martes, 25 de marzo de 2014

Bar weyler

Es sábado por la mañana, el centro empieza a llenarse de vida y como no, antes de ocuparme de mis obligaciones como padre, hago una pausa y entro en el bar weyler, antigua papelería y aún más antiguo, hogar de un amigo. Me vuelve a acompañar mi vástago, aunque esta vez también llega para deleitarme con su compañía mi fiel compañera de mi viaje por la vida. Nos sentamos, llama la atención esas sillas pesadas pero cómodas, las paredes del lugar están decoradas por violines, acompañadas por partituras. Me dispongo a pedir un café con leche, que me traen amable y rápidamente.
Magnífica visión, espuma consistente con un toque fantástico de color, un leve toque de cacao flota manchando con descaro la blanca espuma. Acompañado por una galletita sabrosa, la que como cada vez, mi vástago me roba al verla.
Al acercarlo a mi boca noto perfectamente el grosor de su generosa espuma, no tarda en llegar el café a mis labios, no caliente pero tampoco frío, la sensación es templada. Su aroma transmite confianza y su color negro se libera de su oscuridad, el sabor deleita mi paladar y hace bailar a mis papilas, mi lengua es feliz por unos momentos. Entonces empiezo a oír esos violines colgados en sus paredes, la melodía que tocan multiplican la excitación que siento, un agradable bienestar recorre mis sentidos hasta llegar a un punto en el que parece que desaparezco de este mundo.
Gran café, pero eso no es todo, al acabar mis ojos se fijan en el fondo de la taza, ha quedado un esbozo de suave espuma, no puedo evitar el usar mi cucharilla para acabar de degustar esa maravilla.

3 comentarios:

  1. Buen análisis compañero tastador. Aunque a mi burra le gusta más el café con zanahoria yo pienso como tu la espuma esponjosa la galleta y el sonido de un violín supera a la zanahoria. eres un profesional de la investigación de los granos mágicos.

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  2. Doblador Rodríguez17 de abril de 2014, 22:15

    Se ve que en este lugar se cuidan los detalles. No he podido evitar fijarme que los colores de la espuma van en consonancia con aquellos que observan en los sobrecitos de azúcar y en el de la galletita. Un espectáculo también para la vista. Me habría gustado también ver la cuchara. Y doblarla un poco.

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  3. Los dos parecéis grandes amantes del café con leche, así como sabias personas, aunque las zanahorias sean estupendas hay que tener en cuenta que nonse puede mojar en un café con leche, la galletita si.
    Doblador, mis ojos pudieron ver la cuchara y aunque entendido en el tema no soy yo, creo que de aluminio se trataba, espero que ese detalle no te impida volver a disfrutar de los granos mágicos referidos por valdez

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